lunes, 23 de noviembre de 2009

La fuerza

Voy acercándome al final de la novela de Dostoyevski. Cada día, sin exceptuar ni uno, he tenido ganas de anotar una frase o un párrafo entero y copiarlos sencillamente en Avicena. Pero en ninguna de las ocasiones he tenido la resolución suficiente como para hacer una pausa en la lectura y ponerme a copiar. Hoy, sin embargo, me he topado con una frase tan corta y tan bien puesta que por fin me he decidido.

Al empezar la cuarta parte del libro Dostoyevski hace un repaso sobre la personalidad de uno de sus personajes, un hombre joven "de deseos fogosos y apremiantes" y dice de él:

"La impetuosidad de sus deseos se le antojaba su fuerza".

No he podido evitar que me vinieran a la cabeza multitud de casos en los que se reconoce esa frase. Y cuando digo "casos" me refiero tanto a personas que conozco como a momentos de mi propia vida en los que he cedido a la tentación y me he portado como un fatuo.

Ésta no es precisamente la mejor frase del libro ni su idea más brillante, pero resume mi visión sobre un tema en el que he estado pensando últimamente y por eso me he animado a copiarla. Resulta que hace poco oí hablar sobre una pareja que discutía y en la que el hombre hacía aspavientos y hablaba a voces con la expresión crispada y sin dejarse interrumpir a base de aumentar el volumen. El comentario de uno de los que lo contaba fue "ella es más débil". Esa idea es completamente opuesta a la que yo tenía y me desconcertó.

A mi modo de verlo la persona que pierde los nervios y se pone a gritar en una discusión es una persona débil, porque no sabe controlar sus impulsos más primarios. Es fácilmente irritable y por tanto manipulable (me viene a la cabeza el juicio de "Algunos hombres buenos"). Una persona en ese estado de exaltación no puede pensar con claridad y medir sus palabras para no sobrepasarse, por lo que, aunque empiece con una idea acertada, se equivocará. Ese tipo de personas, en el mejor de los casos, se pasa la vida pidiendo perdón y tragándose sus palabras; en el peor de los casos el orgullo le hace seguir en sus trece defendiendo ideas que en el fondo no le convencen y tratando de convencerse de ellas.

A mi modo de verlo, en el caso que contaban, "ella" era más fuerte. Porque sabía evitar una pelea que no habría merecido la pena y sabía mantener las ideas frías y dejar en evidencia los errores del otro. No se pasaría la vida arrepintiéndose y avergonzándose de su comportamiento animal. "Ella" tenía la fuerza suficiente para dominarse.

Ésa es mi idea de persona fuerte, y no la de el que se va dando un portazo como si el portazo, o su "ímpetu" en general, demostraran razón, valía, dignidad o cualquier otra cosa que no sea fatuidad. Por eso me ha encantado encontrarme esa idea reflejada en la frase de Dostoyevski. Ha sido como saberme comprendido. Comprendido por alguien de quien el propio Nietzsche dijo que había sido el único que le había enseñado algo sobre psicología. Para mí es suficiente.

Prometo una entrada sobre la literatura de Fiodor (en la medida en qeu la conozco, así que será breve) cuando termine "El Idiota".

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